Fundamentos científicos de la grafística y las leyes de la escritura

A menudo se debate sobre si la Grafística se debe considerar ciencia, técnica o simplemente un arte. La denominación arte, ateniendo a qué acepción se refiera no debiera molestar ya que, bien podría ser una vez consultada la R.A.E., el “conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer algo bien” o “virtud, disposición y habilidad para hacer algo”, si bien esta ambigüedad no se antoja lo más acertado en una materia con tantas y tan delicadas repercusiones legales. Por el contrario, ciencia sería según la misma fuente “el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes fundamentales”.

Fundamentos de la Grafistica

La Grafística implica el uso del método experimental y deductivo de las ciencias, tanto las naturales como las humanísticas, y cumple el método científico, en lo que a la criminalística se refiere ya que:

  • Observa un problema o prueba cuestionada y recolecta datos objetivos.
  • Reconsidera una hipótesis o posible solución.
  • Examina, testea y analiza la prueba.
  • Determina la importancia de la prueba.
  • Formula una teoría basada en la evaluación de la prueba.

Como resumen entonces ante la pregunta de si la Grafística es una ciencia y por qué, debemos concluir que: “es una ciencia ya que es el conjunto de conocimientos y estudios metódicamente ordenados, clasificados y contrastados relativos a los grafismos y gestos gráficos manuscritos que componen la escritura y la firma de las personas”.

Las cuatro leyes de la escritura

El grafólogo Edmund Solange Pellat expuso en 1927 las cuatro leyes de la escritura (Les lois de l’écriture), que son la base para todo aquel que quiera ejercer como perito calígrafo.

  1. Ley del impulso cerebral.
  2. Ley de la acción del “yo”.
  3. Ley de la marca del esfuerzo.
  4. Ley de la permanencia de los caracteres.
las cuatro leyes de la escritura

Primera ley: Ley del impulso cerebral

El gesto gráfico está sometido a la influencia inmediata del cerebro. El órgano que escribe no modifica la forma de aquel si funciona normalmente y está adaptado suficientemente a su función.

Es decir, que independientemente de con qué parte del cuerpo se escriba (la mano derecha, la mano izquierda, incluso un pie o la boca), los gestos gráficos que se producen serán muy similares, ya que, al ser la escritura un proceso de aprendizaje, el impulso proviene del cerebro y no del órgano que se use.

Segunda ley: Ley de la acción del “yo”

Cuando uno escribe, el yo está en acción, pero el sometimiento casi inconsciente de esta actuación pasa por alternativas continuas de intensidad y debilidad. Adquiere el máximo de

intensidad cuando tiene que realizar un esfuerzo, es decir, en los comienzos, y el mínimo cuando el movimiento de la escritura viene secundado por el impulso adquirido, o sea, en los finales.

Quiere decir que siempre realizamos un esfuerzo mayor al comenzar una actividad que al final de la misma, por lo que al escribir, al principio reflejaremos más nuestra personalidad, mientras que al final es más típico que se muestren los rasgos de los falsificadores, que al comienzo prestarán más atención y harán más esfuerzo por imitar.

Tercera ley: Ley de la marca del esfuerzo

No se puede modificar voluntariamente en un momento dado la escritura natural más que dejando en su trazado la señal del esfuerzo realizado para lograr el cambio.

Ley que hay que tener en cuenta en las imitaciones o también cuando uno mismo intenta modificar su propia escritura o su firma (por ejemplo cuando se escribe un anónimo simulando que lo realiza otra persona). O cuando en una firma que un individuo plasma en un documento, intentando que parezca de otro, se notará el esfuerzo que ha tenido que hacer para conseguirlo.

Lo mismo le ocurrirá al falsificador, que mostrará algunos de sus rasgos personales o si copia la firma o la escritura, también se verá el esfuerzo de intentar imitarlo y no será tan espontánea como una firma real.

Cuarta ley: Ley de la permanencia de los caracteres

El que escribe en circunstancias en que el acto de escribir es particularmente difícil, traza instintivamente, o bien formas de letras que le son más habituales, o bien formas más sencillas y fáciles de construir.

A modo de ejemplo, cuando se escribe en posturas incómodas, como en un coche en movimiento, en una posición que no nos permita escribir de manera adecuada, personas enfermas o con la mano izquierda en diestros.

Los rasgos que escribiremos en esas situaciones serán muy simples, para que al no estar cómodos, se acabe cuanto antes.
A todas estas leyes, Solange añadió un principio aplicable a todas y es que “las leyes de la escritura son independientes del alfabeto empleado”.

Jean Gayet, en Manual de la Policía Científica (1962) estableció una ley más, que llamó “de la individualidad de la escritura” y consiste en que “cada individuo posee una escritura que le es propia y que se diferencia de las demás”, como ya se ha expuesto anteriormente. Y se manifiesta desde que uno comienza a escribir, ya que todos los niños de una clase, por ejemplo, aprenden de la misma manera y sin embargo cada uno desarrolla y presenta sus particularidades que los identifican. Con la edad vamos evolucionando en nuestra escritura, aumentando la rapidez y ya no será tan caligráfica como la aprendida en el colegio.

¿Cuanto control tenemos sobre nuestra caligrafía?

El movimiento escritural es tan rápido que no se puede controlar durante su ejecución. Si se controla, el escrito pasará a ser lento y se notará una ejecución torpe, sin rapidez, sin espontaneidad y eso delata a los falsarios. Es lo mismo que ocurre con la escritura de un niño que está aprendiendo a escribir, lo hace de una forma lenta, fijándose letra por letra, controlando lo que escribe y así aparecen rasgos que también caracterizan los escritos falsificados, como temblores, mucha presión o el tamaño grande de las letras.

Otras circunstancias en las que es patente cómo estas leyes se cumplen es el de las enfermedades. Por ejemplo en los enfermos de Alzheimer, al producirse un deterioro del cerebro, el mismo afecta a la escritura, que se verá modificada con respecto a la que ha realizado la persona anteriormente en situaciones de normalidad e incluso se apreciará en la firma.

Asimismo, ese es el motivo por el que se suele distinguir la escritura de una persona diestra o una zurda. A pesar de que no es una ciencia exacta, por ejemplo, sí que es cierto que existe una cierta tendencia de las personas diestras a inclinar su escritura hacia el lado derecho y de los zurdos hacia el lado izquierdo. Esa, entre otras diferencias, son debidas a que el hemisferio dominante en unos y en otros no es el mismo y por lo tanto también se refleja en la escritura, aunque esto no es algo matemático y cabe la posibilidad de que nos encontremos el caso contrario.

Principios de la Grafotecnica

principios de la grafotecnia

A raíz de los estudios realizados y de su experiencia como perito, Félix del Val Latierro, en su obra Grafocrítica (1963), formuló el llamado “Decálogo de los principios científicos de la Grafotecnia” (la grafotecnia busca individualizar a quien realiza un escrito y determinar las falsificaciones):

  1. El alma y el grafismo están en relación permanente de causa-efecto.
  2. El alma es un complejo infinito; y así como no hay dos almas iguales, tampoco existen dos grafismos iguales.
  3. El complejo anímico se modifica por el complejo fisiológico: tonalidad nerviosa, muscular y glandular, el cual reviste igualmente una variedad infinita, por lo que pueden aparecer múltiples variaciones en la escritura.
  4. El complejo anímico y la tonalidad general fisiológica definen o determinan la fisonomía del escrito, independientemente del órgano que la ejecuta, si éste está adaptado a la función (ambidextros, zurdos, escritura con los pies o con la boca), e independientemente también del alfabeto empleado (latino, griego, eslavo, germano, árabe, etc.).
  5. Los estados de conciencia, pasajeros o permanentes, repercuten en el grafismo, así como las variaciones de la tonalidad general.
  6. La escritura es inicialmente un acto volitivo, pero con predominio, casi absoluto, del subconsciente, lo que explica la permanencia y fijeza de las peculiaridades gráficas.
  7. No se puede simular la propia grafía sin que se note el esfuerzo realizado de la lucha contra el subconsciente.
  8. Nadie puede disimular simultáneamente todos los elementos de su propia grafía, ni siquiera la mitad de ellos, lo cual es una consecuencia de lo anterior avalada por la experiencia.
  9. Por mucho que lo pretenda el falsificador o el disimulador, es imposible, en escritos extensos, que el subconsciente no le juegue alguna mala pasada, revelando la verdadera personalidad del escrito falsificado o disimulado.
  10. No todos los signos gráficos tienen el mismo valor. Los más importantes son aquellos que son invisibles o poco aparentes, pues son los que escapan lo mismo en la imitación que en el disimulo.

Elementos grafoscópicos

A la hora de enfrentarnos ante dos (o más) escritos, es importante analizar tanto el conjunto como el detalle. Elementos que veremos en unidades posteriores, como el tamaño de las letras, el orden del escrito, el espacio, etc., pero también cada una de las letras tendrá sus características diferenciadoras que nos permitirán distinguir un escrito o firma original de otro falsificado. A esto es a lo que se llama elementos grafoscópicos, definidos por Robles y Vega como el “conjunto de cualidades gráficas que dan forma y fisonomía especial y peculiar a un escrito y que son examinados a efectos de identificación”. No existe un número concreto de dichos elementos que sea suficiente o no para identificar a una persona por su escrito, dependerá de cada caso, sin embargo, siempre con cuantos más contemos, mejor.

Los trazos

Son las líneas que componen las letras y que determinan su forma, lo que sirve para identificarla. Así, por ejemplo, la letra “o” o la letra “s” tienen un trazo. La “a” y la “b” tienen dos y la “m” o la “k” tienen tres.

trazos en escritura

El primer trazo que se ejecuta es el trazo magistral. Puede ser descendente, como por ejemplo en la “t” o ascendente, como en la “M” mayúscula.

Cuando el trazo es ascendente, se denomina grueso y cuando desciende, es el perfil. Todos ellos pueden ser curvos, rectos, con más o menos presión, etc. Como podemos observar en la siguiente imagen, el primer trazo ascendente de la “M”, marcado en rojo, es el grueso y el siguiente, marcado en verde y que desciende, es el perfil.

trazos especiales escritura

Los Rasgos

Los rasgos son las líneas de adorno o las que unen los distintos trazos. Al contrario que los trazos, no identifican la letra, ya que si se prescinde de ellos la palabra se va a entender igualmente. Lo que sí tienen en común es que también pueden aparecer de forma curva, recta, angulosa, en lazo, etc. Por su posición, se clasifican en tres tipos:

Rasgos iniciales: se encuentran al principio de una letra, bien al comenzar una palabra o bien que no esté ligada a la anterior letra.

Rasgos finales: aparecen al final de la letra, finales de palabras o, como en el caso anterior, cuando la letra no enlaza con otra siguiente.

Rasgos de enlace: los que unen las diferentes letras de una palabra o los que juntan los trazos de una misma letra.

enlaces en la escritura

En la palabra “policía”, vemos cómo la “P” inicial tiene un adorno innecesario, ya que la “P” podría escribirse como la que figura a la derecha y se leería igualmente que es una “P”. Lo mismo sucede en la parte inferior del rasgo inicial, que desciende y termina en curva en lugar de ser recto, como se ve en el ejemplo de la derecha.

Los rasgos de enlace los tenemos al ligar las letras, “ol”, “li”, “cí”, por ejemplo. Y en la última “a”, el rasgo final, podría ser más recto, más curvo, más adornado, ascendente o descendente, etc. Todas estas características, como hemos explicado son únicas en cada individuo y serán puntos importantes a estudiar para determinar la misma o distintas personalidades escriturales.

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